Puestos a compartir, que sean sonrisas.

domingo, 12 de mayo de 2013

La manzana mereció la pena

Por su deseo egoísta, la condenaron a vagar arropada únicamente por el frío de la noche, que se incrustaba en cada poro de su piel. Los pies doloridos y el sueño agazapado en sus pestañas, añadiendo incluso el peso del sueño ajeno.
-Y después del castigo, ¿qué, Eva?- susurró con desdén el diablo. No se presentó en persona, ¿para qué? Sabía que era consciente de su afilada sonrisa y le encantaba. -¿No te arrepientes?- Volvió a echar sal en la llaga.

Y entonces pensé. Pensé en su sonrisa y en sus labios, mi estrella Polar. Pensé en sus manos, su olor, en su abrazo, su forma de mirar(me) .
Y aunque sólo pudiera arrancarle un minuto más al tiempo y convertirlo en un minuto a su lado, tan sólo sesenta segundos... Habría merecido la pena.
Alcé la voz y le respondí al aire. -¿Y sabes qué es lo mejor? Volvería a hacerlo.
Sonreí.

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Lo que no nos cuentan en la historia, es que Eva no se arrepintió. Por esa manzana, mereció la pena incluso condenar al resto de la humanidad.

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